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Juan Camilo Ruiz

10 de julio de 2013

Las Tic en la educación: El secreto está en la docencia

Tic para docentesEs un hecho evidente que la calidad educativa es una tarea pendiente que se ha tenido en nuestro país por décadas, más aún cuando vemos que apenas se está tratando de solucionar otra tarea más fundamental, la de la cobertura.

Los esfuerzos por mejorar la calidad de la educación (sobre todo de la educación pública) son insípidos, ya que se han priorizado cambios en la educación en temas como la duración de la jornada escolar y contenidos académicos, sabiendo que el secreto de una buena formación académica de un niño está en la calidad de su docente, dejando en un segundo plano los contenidos que éste le pueda enseñar o cuánto tiempo dure la enseñanza.

Es claro que la calidad docente (y por ende educativa) en Latinoamérica es baja comparativamente con otras regiones del mundo, pero también es claro que no se hacen esfuerzos para tener docentes mayor calificados. Por ejemplo, se tiene que los maestros en México (país muy similar a Colombia para efectos del estudio) son de los peores pagos cuando inician su labor (alrededor de 20.000 dólares anuales), además de que son los que tienen que dar clases a un mayor número de estudiantes (28 estudiantes por docente).

Esta situación se vuelve más compleja al hablar de educación a través de las TIC, ya que pese a los esfuerzos estatales de empoderar a niños y jóvenes con estas herramientas para abrir el abanico de opciones de aprendizaje, se ha encontrado una gran barrera y es la falta de capacitación docente para el uso de las mismas. Es increíble ver que en municipios del país haya tableros electrónicos, tabletas y equipos de cómputo en desuso por falta de una capacitación a los docentes sobre el manejo de estos dispositivos.

Además de dejar por sentado una crítica, se evidencia que hay soluciones a la vista que deberían ser replicadas a gran escala, este es el caso del programa “Computadores Para Educar” que impulsa el Ministerio de las TIC, en donde se planean ciclos de formación para docentes e incluso para padres de familia. Se deben ejecutar estos programas con la real convicción de realizar impactos medibles y positivos en las comunidades y no solo para obtener indicadores tales como “Número de charlas formativas” o “Cantidad de tabletas entregadas”.

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