Debemos eliminar los tabúes y discutir el suicidio en nuestra generación
Nunca antes en la historia de la humanidad una generación había crecido con condiciones objetivas de vidas tan buenas. Vivimos el momento con menos hambre, más acceso a bienes básicos, salud, educación y desarrollo económico de la historia de la humanidad.
Sin embargo, esta mejoría en la satisfacción de las necesidades materiales de la población crece paralelamente con la generalización de las enfermedades mentales de la población, especialmente en trastornos como el estrés, la ansiedad y la depresión.
Para contextualizar, actualmente más gente muere por suicidio que por todas las muertes relacionadas con violencia en el mundo (guerra, terrorismo, conflicto, etc.). El suicidio representa un 1.5% de los aproximadamente 56 millones de personas que mueren cada año.
Millennials y Centennials, los más afectados
La situación es especialmente compleja para las jóvenes, donde el suicidio representa la tercera causa de muerte más común en el rango etario de los 10 a los 25 años. Cada día 3 mil personas se suicidan y 60 mil lo intentan sin éxito.
En los últimos 15 años ha habido un aumento persistente en los casos de suicidio juvenil en América Latina, explicado, según expertos, por el aumento en la violencia, las condiciones de exclusión y las profundas desigualdades económicas del continente. Diversos estudios afirman que, en América Latina, el suicidio es más prevalente en las poblaciones históricamente excluidas, como los indígenas y los grupos económicos más desfavorecidos.
Sin embargo, no se puede desligar la relación entre suicidio y los problemas de salud mental como asunto de salud pública. Según la Organización Panamericana de la Salud, en el 90% de los casos de suicidios existen problemas de salud mental.
En este sentido podemos afirmar que el suicidio es un sólo uno de los síntomas de una estructura social con una alta tendencia hacia problemas como el estrés, la ansiedad y la depresión.
Cuestionar y transformar la estructura social
Es indudable que en nuestros círculos sociales existen profundos estigmas alrededor del suicidio. Es casi un tabú en las familias más conservadoras y muchas veces se suele culpar al individuo por los trastornos mentales ignorando las condiciones económicas, físicas y culturales que los ocasionan.
El concepto de masculinidad en América Latina, donde el hombre debe ser un macho fuerte, insensible y duro, ocasiona que la tasa de suicidios en los hombres sea casi 5 veces más alta que en las mujeres. En muchos casos los hombres seguimos sufriendo problemas emocionales sin poder expresarlos por miedo al rechazo de una sociedad profundamente normatizada.
Una sociedad intolerante y jerarquizada como la nuestra es el caldo de cultivo para la reproducción de presiones y opresiones que continúan afectando a nuestra generación, independientemente del género o la posición social. Por esto, es necesario empezar a cuestionar muchos de los estereotipos de nuestra estructura social, paralelamente a un acompañamiento más cercano a las personas de nuestro círculo cercano y la desestigmatización de los trastornos mentales.
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