Slow Fashion, la revolución de la moda sostenible
Comprar ropa antes era cuestión de necesidad, cubrirnos del frío, proteger nuestros pies, cuidarnos del sol; pero ahora se ha convertido en un pasatiempo con terribles consecuencias.
La cultura del consumo nos incita a ser compradores con un apetito voraz, insatisfechos clientes que cada día quieren más, principalmente por aparentar en una sociedad superficial donde la imagen es primordial, así como quien más posea destaca entre las multitudes.
Por esta razón, en un grito de auxilio por el planeta, se busca generar conciencia acerca de una de las industrias más contaminantes del mundo, el gremio textilero y de la moda, el cual con su afán de vender nos ha envuelto en una dinámica de la llamada «Fastfashion».
Todos queremos los zapatos de moda, pero ¿alguna vez nos detenemos a reflexionar qué hay detrás del proceso de producción de estos? ¿Cuánto material fue desperdiciado?, ¿a dónde fue a parar la tinta con los que fueron teñidos?, ¿sus materiales son amigables con el medio ambiente?, ¿cuánta cantidad fue producida?, ¿su precio es justo?, incluso si las personas que lo crearon tuvieron un trato digno.
La moda se ha ganado el penoso título de la segunda industria más contaminante del planeta, siendo la petrolera la número uno. Al respecto, la Fundación Ellen McArthur ha realizado una investigación en la que se concluyó que tras un período de uso corto, el 86 % de la ropa es tirada a la basura o es quemada.
Además, las microfibras de plástico que se desprenden de la ropa al ser lavada equivalen a 50 mil millones de botellas de gaseosa al año, en el proceso de lavado desprende microplásticos que acaban en ríos y mares e incluso en la cadena alimentaria. Esto sin contar lo más de 8.000 químicos sintéticos que se vierten al océano luego de ser empleados en procesos industriales. Así mismo esta industria es responsable del 20% de las aguas residuales y de la emisión de gases de efecto invernadero, superando a actividades como la aviación y el transporte marítimo juntos.
Además del daño que genera la venta veloz de sus productos, las prendas con imperfectos o que no son vendidas son quemadas con el fin de evitar copias. La fundación afirma que la suma de estas prendas desperdiciadas equivale a un camión de textiles por segundo, lo que traduce que en el 2050 solo la industria de la moda consumiría una cuarta parte de carbono de la Tierra.
Son precisamente estos motivos los que han incentivado la generación del término «Slow Fashion», el cual propone diversas soluciones ante el panorama, tales como la reutilización de prendas de segunda mano, intervención de prendas, ingreso a la moda circular, la compra en tiendas amigables con el medio ambiente y de diseñador, que aunque pueden ser más costosas justifican su trabajo de producción.
La moda ética es ahora una prioridad que hace el llamado a la compra de prendas responsables con el medioambiente. No como lo ordenan las temporadas primavera-verano y otoño-invierno y sus otras 52 microtemporadas derivadas que han surgido a través de los años y que imponen una tendencia diferente semanalmente.
Sin embargo, pese a las malas noticias, existe un panorama alentador, pues parece que las luchas verdes despiertan la conciencia de las nuevas generaciones, sobretodo por tragedias que surgen en el mundo y hacen un llamado a unirnos. Es el caso del incidente ocurrido el 24 de abril del año 2013 en Daca, la capital de Bangladés, donde el complejo textil Rana Plaza se derrumbó dejando la lamentable suma de 1.138 personas fallecidas y más de 2.000 heridas que en su mayoría era trabajadoras mujeres.
Pese a ser un desastre por la pérdida de tantas vidas, el derrumbe también mostró al mundo la terribles condiciones laborales de sus colaboradoras, quienes trabajaban horas sin descanso y ganaban tan solo US$50 al mes. De esta manera la considerada peor tragedia de la industria textil permitió que surgiera una oleada de activistas preocupados por los derechos humanos y el impacto ambiental de esta industria.
Un ejemplo contundente es la reciente quiebra de Forever 21, una cadena fundada en 1984 que contaba con 817 tiendas en todo el mundo quien se vio afectada por la disminución de ventas, en gran medida por encontrarse inmersa en la dinámica de la moda rápida y negarse a mejorar sus prácticas, de esta manera sus compradores dejaron de sentirse identificados con la marca y optaron por abandonarla.
Iniciativas colombianas que hacen el cambio
En nuestro país las tendencias y la llegada de productos de manera ilegal, así como los productos de origen chino que han ingresado a Colombia, sistemas de producción de la pronta moda que en su mayoría no respetan la competencia leal y el comercio justo, han causado un ritmo acelerado de venta y compra de productos. En respuesta surgen iniciativas que buscan contribuir a la transformación de la industria, es el caso de marcas con sello propio como Animalista, Levis que con su proyecto Water Less, Boreal, quienes tiñen mediante tintas naturales, Little Ramonas, Bionica, en Medellín la plaza minorista y en la web existen portales como Trendier y Renueva tu Clóset.
Alejandra Correa, profesional Colombiana de la industria encargada de la Producción Styling y Audiovisual en thebeltstudio explica: «La moda tiene una intención personal y social porque desde la imagen se puede dar cultura del consumo». Además afirma que «la moda es una tendencia pasajera que se produce a gran velocidad y mientras medios masivos de comunicación nos dicen que debemos ponernos, por ejemplo en las redes sociales se incita a usar un look por post, invitando a los consumidores a no repetir sus prendas».
Por ello, la principal recomendación de Alejandra es «Hacer compras únicas de diseñadores independientes quienes manejan un concepto, en considerados intervalos de tiempo teniendo en cuenta su precio, ya que realizan pocas unidades y de diseños auténticos».
En cuanto al acelerado ritmo de consumo, cree que el panorama es alentador de cara al futuro gracias a la oleada de consumidores que hacen compras responsables: «el nicho de la resistencia de la moda sostenible aún es muy reducida, sin embargo en Medellín se va ampliando y comenzamos a tomar conciencia».
¿Fashion Revolution para el mundo?
Existen otros contras que nos distancian de esta anhelada realidad, ya que, los costos de una moda ética son elevados puesto que necesitan un cambio total desde la producción, empleando materiales orgánicos y naturales, de manera que el verdadero cambio se comenzaría a producir cuando se logre una transformación en los costos, lo que se vería reflejado en una disminución del ritmo acelerado de compra, pues la mayoría de consumidores de clase media y baja no pueden acceder con facilidad a una prenda cuyo valor sea muy alto, considerando que tengan un ingreso del salario mínimo legal vigente.
Para la mayoría de profesionales del gremio, la educación es la clave para hacer el cambio y lograr el objetivo de compras responsables. Además algunos expertos en moda aseguran que la frase «prendas usadas» suele ser interpretadas con tabúes, pues algunos se sienten incómodos al usar productos que no son nuevos, sin embargo si comprendemos la cadena de producción podríamos tener otra mirada, así mismo se recomienda utilizar palabras como ‘vintage’ para brindar valor agregado a la pieza de calidad que fue rescatada para un ciclo de uso más largo y amigable.
Muchas empresas rescatan prendas que los usuarios ya no usan más y deciden donar, una vez allí se trasladan a plantas de clasificación y tratamiento. Algunos tejidos permiten extraer su hilo el cual no necesita cantidades de aguas (más de 2.000 litros son utilizados para producir una camisa de algodón) y que de igual manera sirven para elaborar ropa de nueva confección. por otra parte una cantidad de prendas es donada a los servicios sociales, tiendas de segunda, así como otra buena acción a tomar en estos casos es el intercambio, el préstamo o la donación.
¿Moda sostenible accesible para todos?
No podemos desconocer que alrededor del mundo existe una desigualdad económica, social y de clase que es una barrera de poder adquisitivo de productos sostenibles, por lo que la responsabilidad también debería recaer en las grandes empresas creadoras y en el Estado, quienes deberían garantizar el comercio justo, que permita que la moda sostenible sea industrializada y así pueda ser percibida como accesible de manera masiva.
¿Cómo contribuir como consumidores?
- mira la etiqueta, cuál es el material de la prenda, recomendamos materiales como alpaca, algodón orgánico y pima. Preferir el cáñamo, o conyl, un tejido fabricado a partir de basura plástica recogida del mar, la celulosa de los árboles, y en general los materiales orgánicos como cáscara de frutas y verduras. Insumos de calidad, telas que no se destiñen, o que en su proceso reutilizaron materiales como botellas plásticas o desechos que convirtieron en fibras y, luego, en tejidos. Además de preferir materiales orgánicos (libres de pesticidas), cuero vegano y telas recicladas.
- Evitar el poliéster, material que, al igual que el plástico, demora siglos en degradarse y que representa el 60% de los materiales usados en producción.
- Preferir el trabajo hecho a mano ya que evitan el consumo excesivo de energía de las máquinas. y técnicas ancestrales de los indígenas y campesinos colombianos.
- Identificar quién hizo mi ropa, si los trabajadores tuvieron un trato digno y un pago justo.
- Cantidad de producción, las organizaciones conscientes realizan mínimas cantidades.
- Lava las prendas solo lo necesario o lava en seco, materiales como el jean están hechos para utilizarse en repetidas ocasiones sin lavar.
- Compra menos, pero mejor. Evita llenar tu clóset de prendas innecesarias.
- Los mejores fashionistas han optado por poner en tendencia aquellas prendas que fueron olvidadas, así con lo existente imponen tendencias de temporada, su estilo prevalece sobre lo que «esta de moda» conocen la cadena de producción, de esta manera sus decisión de compra son totalmente conscientes.
- Truequea tu ropa, dona, o repara.
Cómo salvar el mundo sin dejar de ser rentable como empresa
Para los líderes de grandes marcas del mundo la producción sostenible es un desafío que requiere la redefinición de todas sus prácticas, además de las ambientales, la retribución justa de la mano de obra de sus trabajadores, lo que se ve reflejado en una alza de costos de venta, a los cuales su target o público objetivo no podrían acceder con constancia. Sin embargo, y como se expresó anteriormente, para transformar el sector desde la raíz se debe educar al comprador, invertir en campañas publicitarias que despierten conciencia, realizar estrategias de marketing y mercadeo que impacten y transformen mentalidades.
Además de realizar actividades de responsabilidad empresarial como remover el color que deja la tinta utilizada en sus procesos del agua residual antes de devolverla a su lugar, reforestar, repoblar zonas de árboles con el fin de proteger el oxígeno de la tierra y cuidar microcuencas, reutilizar agua.
Al ser empresas altamente rentables tienen más poder de persuasión e influencia en la comunidad, así que su aporte también implica la capacidad de educar a consumidores conscientes, capacitar e invertir en investigación para nuevos materiales y procesos que pueden ser utilizados.
La manera en que vestimos se convierte en últimas nuestra identidad, y en un acto político, además de creativo e histórico que va mucho más allá de una tendencia
A las empresas pequeñas les cuesta entrar en los sitios comunes, a los circuitos más convencionales del gremio, por eso que la perspectiva de los consumidores cambie depende de la industria de las grandes empresas y principales influenciadoras, De esta manera se crea una acción en cadena, los clientes exigen, los creadores entonces tendrán que cambiar y responder a sus peticiones.
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