16 conductores de Uber han sido asesinados en Brasil ¿Prioriza la plataforma su crecimiento sobre la seguridad?
Mandatory Credit: Photo by WILL OLIVER/EPA-EFE/REX/Shutterstock (9070353b) An Uber app on a mobile telephone in central London, Britain, 22 September 2017. Transport for London (TFL), the governing body responsible for transport in London, announced on 22 September 2017 that they will not renew Uber’s license as a private hire operator in the city. Transport for London has informed Uber London Limited that it will not be issued with a private hire operator licence after expiry of its current licence on 30 September 2017. Uber loses its license to operate in London, United Kingdom – 22 Sep 2017
No cabe duda que la llegada de Uber al mercado del transporte ha significado una verdadera revolución en la forma en que se relacionan los proveedores y los usuarios, estableciendo un nuevo modelo que ha dejado casi obsoleto el mercado de los taxis en solo una década.
Sin embargo, la forma en que la compañía se apoderó del mercado ha generado múltiples cuestiones morales sobre los controles que deberían ser establecidos a la empresas, ya que Uber estableció su negocio aprovechándose de diferentes vacíos jurídicos y laborales para poder operar, especialmente en los países de América Latina donde los gobiernos han sido incapaces de crear un marco normativo que permita la competencia justa sin cohibir la innovación.
Estas cuestiones morales están en el centro del libro “Super Pumped: The Battle for Uber,” escrito por Mike Isaac, reportero de The New York Times. Allí se cuestiona la forma en que Uber se tomó el mercado del transporte sacrificando, en algunas oportunidades, las garantías de seguridad y el reparto de utilidades justo.
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En Brasil, asegura Isaac, Uber permitió por mucho tiempo que cualquier persona se convirtiera en usuario usando solo una cuenta de correo, sin ninguna verificación adicional de identidad. Esto permitió el surgimiento de una nueva modalidad de crimen llamada la ‘Ruleta de Uber’, en la cual criminales se hacían pasar por usuarios para asaltar a los conductores, dejando un saldo de al menos 16 conductores muertos.
«Los vehículos fueron robados y quemados; los conductores fueron asaltados, robados y ocasionalmente asesinados (…) La compañía mantuvo el sistema sencillo de afiliación a pesar de que la violencia aumentaba».
Esta situación seguía siendo aceptada por los directivos de la compañía debido a la política de crecimiento ‘depredador’ de Uber, argumenta Isaac en su libro que será publicado el 3 de septiembre.
Más grave aún, la compañía habría empezado a cobrar aproximadamente 1 dólar más por trayecto para mejorar los sistemas de seguridad, pero finalmente este aumento habría quedado como ganancia para la empresa, según ex trabajadores de la compañía citados por The New York Times.
En ciudades como Nueva York y Los Ángeles, la compañía ya ha sido obligada a cumplir estándares de seguridad y se le ha limitado el porcentaje de ganancia que puede tener sobre los conductores. En América Latina, por su parte, pocos países han logrado regular a la plataforma que se queda con un porcentaje de hasta el 36% de cada trayecto.
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